dilluns, 23 de juliol del 2012

Birgitta Trotzig

“Es una trivialidad que la poesía no sea un reflejo directo de la descripción de la realidad: trivialidad que ha sido para mí un dilema existencial. Atrapar la realidad –“realidad”– pero ¿cómo?". 

La luz llega como un ácido, penetra, corroe, flotan las islas de la piel del pasado con grandes poros, flotan y dan vueltas, es un remolino
bocas fracturadas, negras, llenas de heridas. Ojos diluidos, deslumbrados, de las pupilas inexistentes la luz ve la luz imparable


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El olor del matadero
Las partes blandas de la humanidad son aplastadas, troceadas, machacadas


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Las caras se exhuman como piedras. El sol en el cielo, inmovilidad. La sombra de luz llameando succiona pájaros, viento, tierra. La inmovilidad está en fuerte movimiento. La piel ciega crece sobre la herida. Las caras estallan.


Los niños están sentados al borde del camino.
Ven visiones.
Ven un mar, un mar de sangre.


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La membrana brillante que fulgura y, debajo, la realidad sangrienta como una entraña.


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Uno piensa en un edificio rígido como una nube transparente e inmóvil que sonríe, el edificio crece en los cerebros, se hace cada vez más alto, ahora se yergue y se mece sobre la tierra. La gran máquina del mundo lo cubre todo y se cierra. La vigilancia, que habla sin cesar aunque sea muda, es total. Las almas pesadas se hunden, van a parar al fondo del palacio de cristal, ahora está claro que las almas existen, se dibujan claramente desgarbadas, gateando, lesionadas, heridas, incompletas


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Cómo es el mundo. Ellos cargan la culpa que me toca. El manicomio es negro. Allí aparecen y viven caras maravillosas. Se alzan de la culpa que todos compartimos. Sobresalen de las paredes asesinas y pegajosas como plantas de un material completamente diferente, claro, fresco, orgánico, crecen en la culpa como la rosa en la sangre negra. La masa de caras salvaje sucia y dulce.


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Cuánto ha cambiado el mundo y cuánto ha vuelto a cambiar, cuántas vueltas ha dado la rueda del espíritu del mundo. Cuán lejanos están esos destinos ¿quién lee sus cartas todavía? Luz del ocaso, inmutable y helada a través de los pinos (agujas de pinos sobre las tumbas, como cuando el siglo era un niño, agujas de pino en la arena, recuerdo del sabor del mar) -¿eligieron bien o eligieron mal? La tierra del otoño. Los que eligieron bien y los que eligieron mal forman ahora el mismo campo, abandonado


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Un raro hedor, un gato muerto. Los contornos de los huesos sobresalen contra el pellejo y el pelo mojado, un gato barcino demacrado y de sucio pelaje, es la humillación de la fuerza perfecta del cuerpo y de la astucia, es un desecho, uno de los millones de objetos de basurero segregados por la gran urbe -una pequeña cara animal semejante a la de un niño y al mismo tiempo a la antigua cara del poder, mirando fijamente con grandes ojos rígidos que, en el momento postrero, no se cerraron, y ya nunca más podrán cerrarse, ahora miran hacia una existencia que no pertenece a la vida ni a la muerte, un estado intermedio, laberíntico y siniestro


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Que la vida se abre. Ha sido tocada y se abre
Aún cunde el silencio del nacimiento, la quietud inmóvil viviente.
Las plantas crecen en la tierra, los cuerpos en las tumbas. El sol cae a través del ojo multicolor que irradia


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La forma verbal, un pájaro del alma, sale volando de la boca del cuerpo humano, un acontecimiento inasible está ocurriendo: la epidermis del yo desaparece, el lenguaje sale volando como un ave migratoria a través del mundo, por sobre los mares, el mundo también vuela.


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La culpa tapa todas las grietas. La culpa lo deja todo entero y sin vida, un bloque cerrado. Ni una sola entrada por ningún sitio, soledad cerrada, sellada
La reconciliación es: ruptura, trituración, movimiento hacia el exterior


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la vida hace daño, la vida estropea, la gente se inclina y se dobla negándose


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Las sienes de los niños son delicadas y en ellas se acurruca una sombra especial, como si estuvieran debajo de un ala. La infinitud de la vida se mete en ellas de visita, allí elige sus caminos incontables, sus desfiladeros, sus veredas, sus fuentes subterráneas


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El silencio es una garganta. La laringe no puede.


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(El sentimiento así: que si hubiera sabido cantar -si hubiera tenido voz- entonces yo hubiera sido yo. Entonces no hubiera tenido que escribir sino sólo ser)


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El hombre es una mariposa extraña


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Del pelo crece la hierba


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Yo tuve un sueño. El niño muerto yacía en el musgo. Una voz dijo: ¡Desespérate! Todo lo demás es hipocresía. ¡Desespérate!
Pero el niño que fue enterrado – de su delicado pecho silencioso crece una tormenta, una canción enfurecida más aterradora que el fin del mundo


Birgitta Trotzig, Contexto. Material (Visor)