dissabte, 30 de gener del 2010

Otis Rush

All Your Love I Miss Loving



I`Cant Quit You Baby




Otis Rush and Eric Clatpon "Double Trouble"

dijous, 28 de gener del 2010

Mondo cane - Mundo Perro (1962)

Dir: Paolo Cavara / Gualtiero Jacopetti / Franco Prosperi

"This semi-documentary consists of a series of travelogue vignettes providing glimpses into cultural practices throughout the world intended to shock or surprise the mostly Western film audience, including an insect banquet and a memorable look at a practicing South Pacific Cargo Cult."

"The original "shockumentary" consisting of a collection of mostly real archive footage displaying mankind at its most depraved and perverse, displaying bizarre rituals, cruel behavior, and animal violence."



dimecres, 27 de gener del 2010

dimarts, 26 de gener del 2010

Saint Germain

Rose Rouge (live)



Street Scene (4 Shazz)



Sure Thing

Julia Kent












Arlanda



Dorval



Idlewild




Myspace

dilluns, 25 de gener del 2010

Binta Y La Gran Idea

Cortrometraje de la Unicef acerca de los derechos de los niños

Screamin' Jay Hawkins - Old Man River

diumenge, 24 de gener del 2010

Mártires del Compás

Échale Échale



Quiere Y No Puede



La Bombilla

Dan Finnerty - Photographer











dissabte, 23 de gener del 2010

Wes Montgomery - Caravan

Pau Casals: Sant Martí del Canigó

divendres, 22 de gener del 2010

dilluns, 18 de gener del 2010

Maria Del Mar Bonet














Cançó per una Bona Mort



L'Àguila Negra

Pink Floyd - Live at Pompei (1972)



A Saucerful of Secrets



Mademoiselle Nobs



Director's Cut

diumenge, 17 de gener del 2010

dissabte, 16 de gener del 2010

Daft Punk - Veridis quo

dijous, 14 de gener del 2010

Janis Joplin - A Woman Left Lonely

Anoushka Shankar & Karsh Kale - PD7 (Breathing under water)

Nina Simone - Who Knows Where The Time Goes



We are recording tonight and if this were a recording we'd be trying to do some things but actually I'm too tired to do. But as Faye Dunaway, I think it was, she said, when Bonnie and Clyde come out, she said she tried to give people what they wanted. That's a mistake, really, I know. You can't do everything, you use up everything you've got trying to give everybody what they want.


But I will learn my lesson soon, and then you will buy more records, right, cause you're gonna see me. Let's see what we can do with this lovely, lovely thing that goes post all racial conflict and all kinds of conflict, it's a reflective tune. And sometime in your life you'll have occasion to say, what is this thing called time? You know what, what is that? The clock, you go to work by the clock, you get your martini in the afternoon by the clock, you drink your coffee by the clock, you have to get on the plane at a certain time, and it goes on and on and on. And time is a dictator, as we know it. Where does it go? What does it do? Most of all, is it alive? Is it a thing that we cannot touch and is alive? And then one day you look in a mirror, how old, and we say where did the time go? We leave you with that one.

Across the morning sky, all the birds are leavin'
How can they know when it's time to move
Before the winter fires will still be lingering
I do not count the time
Who knows where time goes
Who knows where time goes

Sad, deserted shores, your fickle friends are leavin'
Oh, but then you know when it's time for them to go
But I will still be here,
I have no thoughts of leavin'
I do not count the time
Who knows where the time goes?
Who knows where the time goes?

But I am not alone while my love is near me
And I know it will be so until it's time to go
And through the winter until the birds again return spring
I do not fear time
Who knows where time goes?
Who knows where time goes?

Henri Michaux - Desorientaciones


LAS GRANDES
PRUEBAS DEL ESPÍRITU
y las innumerables pequeñas
(Ed. Tusquets)



Lo maravillosamente normal.

Desorientaciones


Desearía desvelar lo «normal», lo desconocido, lo insospechado, lo increíble, la enormidad normal. Lo anormal me lo ha dado a conocer. Lo que ocurre, la prodigiosa cantidad de operaciones que a lo largo de la hora más apacible llega a realizar el hombre más vulgar, sin apenas darse cuenta, sin prestarle la menor atención, como un trabajo rutinario que sólo le interesa por su rendimiento y no por sus mecanismos, sin embargo maravillosos, bastante más maravillosos que esas ideas de las que tanto se enorgullece, y a menudo tan mediocres, manidas e indignas de ese aparato fuera de lo corriente que las descubre y las maneja. Desearía desvelar los mecanismos complejos que hacen que el hombre sea, ante todo, un operador.

Un buen día, en el cine, después de haber tomado hachís, mientras seguía en la oscuridad una película anglosajona, empezó a formarse en mí una carencia desconocida, extraña, desagradable, que no tardó en hacerse intolerable: no lograba saber, por más esfuerzos que hiciera por dar con ello, en qué ciudad del mundo me encontraba. Como esa necesidad excedió, por fin, mi goce y mi paciencia, acabé por salir. Afuera no había más que París, París, la orilla izquierda, y eso era todo. ¿Debía entrar de nuevo en el cine? Dudé. Renuncié a ello. Enfrentarme de nuevo a aquella negrura sin jalones no me convenía. Sin duda había vuelto a dar con la situación. Parte de la situación. Por momentos, la situación; pero de modo inasequible, irregular, la volvía a perder de diez, de cien modos distintos. ¿Qué ocurría? Me encontraba desorientado. ¿Qué quiere decir? Desordenadamente desorientado por desorientaciones múltiples, incesantes, incesantemente diferentes, imprevisibles; abrumado por interrupciones de orientación. Era obligado reconocerlo: desde que había nacido había dedicado la mayor parte del tiempo a orientarme.


Obligatoriamente alerta, golpeado sin tregua por los estallidos, los choques, las llamadas que desde todas partes señalan, advierten, alertan, desde siempre había deseado, como cualquier hombre, analizar la situación, analizarla varias veces cada segundo, y volver a analizarla, como un navío en medio de lo extraño, de la extranjería, obligado a esas indispensables operaciones para mantenerme en un estado de conocimiento de la situación indefinidamente cambiante.


Es en esto en lo que se ocupa la inteligencia, de modo capital y prioritario, y no en lecturas, estudios, exámenes. No acababa de creérmelo. Había sido un adormecido y un soñador que, sin saberlo, simultáneamente, había estado prodigiosamente alerta y rápido. Perezoso y quimérico, no por ello había sido menos diligente, e indagador, y hurgador, y explorador. Todos lo somos. ¿Cómo es posible?


Al igual como el estómago no se digiere a sí mismo, porque es importante que no se digiera, el espíritu también está hecho de tal modo que no es capaz de percibirse a sí mismo, de captar directamente, constantemente, su mecanismo y su acción, pues tiene otras cosas que percibir.


Yo había precisado de la perturbación insidiosa de una droga, gracias a la cual «eso» se había detenido, para permitir que, por fin, a edad ya avanzada, percibiese verdaderamente, experimentalmente una función tan importante, casi omnipresente, y su incesante acción que acababa de cesar. Ese abismo de inconsciencia cotidiana, súbitamente descubierto, desconcertante, y que jamás iba a poder olvidar, me advertía que debía buscarla en otras partes, ya que era, también, omnipresente, al extremo que casi se podría decir que el pensar es inconsciente. Y sin duda lo es un 99%. Una centésima de consciente debe bastar.


Microfenómeno por excelencia, el pensar, sus múltiples influencias, sus múltiples y silenciosas micro-operaciones de dislocamiento, de alineamiento, de paralelismos, de desplazamientos, de sustituciones (previas a alcanzar un macropensamiento, un pensamiento panorámico) escapan y deben escapar. Sólo pueden ser seguidas, y excepcionalmente, bajo el microscopio de una atención desmesurada, cuando el espíritu monstruosamente sobrexcitado, por ejemplo bajo el efecto de una fuerte dosis de mescalina, modificado su campo, ve sus pensamientos como partículas, que aparecen y desaparecen a velocidades prodigiosas. Entonces es cuando capta su «captar», estado que, de hecho, se halla fuera de lo ordinario, espectáculo único, y don que el drogado, sin embargo, llevado por otras maravillas y por gustos nuevos, por juegos del espíritu de los que anteriormente habría sido incapaz,apenas sueña con aprovechar.


Esta revelación singular, sin embargo, no pertenece a la categoría de las revelaciones capaces de convencer de inmediato a aquellos a quienes es relatada, a pesar, y tal vez a causa, de su excesiva y aparente evidencia, que puede resultar sospechosa. En ocasiones, el mismo ex-visionario, después de volver a la norma, después de esa conciencia tan viva de «eso» de la que sólo resta algo totalmente imperceptible, ya no sabe qué pensar.


Por fortuna esta manifestación reveladora no es la única. La droga, de muchos otros modos, con gran variedad de maneras, desenmascara al traidor, descubre, desvela las operaciones mentales, añadiendo conciencia allá donde no existía y, paralelamente, quitándola de allí donde siempre había estado presente, sorprendente juego de cajones que precisan, según parece, que unos se cierren para que otros se abran. Estos múltiples funcionamientos, normalmente ocultos, y que entonces pasan a ser detectables, son los que constituirán, de aquí en adelante, el objetivo de mi búsqueda -en frío. Necesito volver a encontrados, sin duda modificados, pero no totalmente, utilización de un mismo instrumento que no puede ser tan diferente.


Conscientes o no, deben hallarse ahi las microinvestigaciones, los micro-manejos, las micro-etapas, verdadero tejido del espíritu. Siento una especie de deber por reunirme con ellos. Jamás, jamás podré subrayar bastante el lado modesto, instrumental, del espíritu, su trabajo de obrero, después de haberlo conocido a punto de caer averiado, escapándoseme por zonas que, juntamente con otras zonas que empezaban a despertar, vigilaba a duras penas, y se me escapaba aun más de otro modo cuando, maravillosa pero peligrosamente activo, se desbocaba.


¿Qué podía hacer antes (cuando estaba normal) que no pudiese hacer después (en el estado anormal) y que, vuelto de nuevo a la normalidad, podía volver a hacer, y que, así, sucesivamente, decenas y decenas de veces he podido hacer, he dejado de poder hacer o he tenido facilidad y luego extrema dificultad en hacer? He aquí el examen que me propongo, imperfecto, desde luego, pero indispensable.


Además de mi propia experiencia, me ayudarán, apoyos y constantes puntos de comparación, aquellos quienes han conocido el espíritu en su condición lamentable y quienes, de modo más general, han tenido graves dificultades con él -dificultades muy comprensibles.


Al igual que el cuerpo (sus órganos y funciones) fue principalmente conocido y desvelado, no gracias a las proezas de los fuertes, sino gracias a los conflictos de los débiles, de los enfermos, de los tarados, de los heridos (puesto que la salud es silenciosa y fuente de esa impresión inmensamente errónea de que todo es miel sobre hojuelas), así también las perturbaciones del espíritu y sus disfuncionamientos serán mis maestros. Más que el demasiado excelente «saber pensar» de los metafísicos, lo que verdaderamente está llamado a «descubrirnos» son las demencias, los retrasamientos, los delirios, los éxtasis y agonías, el «ya no saber pensar».



Extret del Centre Virtual Enrique Eskenazi

Merci Enrique!

I Can't Give You Anything But Love

Billie Holiday



Sara Vaughan



Ella Fitzgerald



Peggy Lee & Benny Goodman



Doris Day



Louis Armstrong




Duke Ellington and His Cotton Club Orchestra, Baby Cox (instrumental voice)

dimecres, 13 de gener del 2010

dimarts, 12 de gener del 2010

Jacques Loussier Trio

performs Erik Satie

Gymnopedie no.1



Gnossienne No. 4

Oliverio Girondo

CANSANCIO

Y de los replanteos
y recontradicciones
y reconsentimiento sin o con sentimiento cansado
y de los repropósitos
y de los reademanes y rediálogos idénticamente bostezables
y del revés y del derecho
y de las vueltas y revueltas y las marañas y recámaras y
remembranzas y remembranas de pegajosísimos labios
y de lo insípido y lo sípido de lo remucho a lo repoco y
lo remenos
recansado de los recodos y repliegues y recovecos y refrotes
de lo remanoseado y relamido hasta en sus más recónditos reductos
repletamente cansado de tanto retanteo y remasaje
y treta terca en tetas
y recomienzo erecto
y reconcubitedio
y reconcubicórneo sin remedio
y tara van en ansia de alta resonancia
y rato apenas nato ya árido tardo graso dromedario
y poro loco
y parco espasmo enano
y monstruo torvo sorbo del malogo y de lo pornodrástico
cansado hasta el estrabismo mismo de los huesos
de tanto error errante
y queja quena
y desatino tísico
y ufano urbano bípedo hidéfalo
escombro caminante
por vicio y sino y tipo y libido y oficio
recansadísimo
de tanta estanca remetáfora de la náusea
y de la revirgísima inocencia
y de los instintos perversitos
y de las ideitas reputitas
y de las ideonas reputonas
y de los reflujos y resacas de las resecas circunstancias
desde qué mares padres
y lunares mareas de resonancias huecas
y madres playas cálidas de hastío de alas calmas
sempiternísimamente archicansado
en todos los sentidos y contrasentidos de lo instintivo
o sensitivo tibio
o remeditativo o remetafísico y reartístico típico
y de los intimísimos remimos y recaricias de la lengua
y de sus regastados páramos vocablos y reconjugaciones y recópulas
y sus remuertas reglas y necrópolis de reputrefactas palabras
simplemente cansado del cansancio
del harto tenso extenso entrenamiento
al engusanamiento
y al silencio.


Cansado.
¡Sí!
Cansado
de usar un solo bazo,
dos labios,
veinte dedos,
no sé cuántas palabras,
no sé cuántos recuerdos,
grisáceos,
fragmentarios.

Cansado,
muy cansado
de este frío esqueleto,
tan púdico,
tan casto,
que cuando se desnude
no sabré si es el mismo
que usé mientras vivía.

Cansado.
¡Sí!
Cansado
por carecer de antenas,
de un ojo en cada omóplato
y de una cola auténtica,
alegre,
desatada,
y no este rabo hipócrita,
degenerado,
enano.

Cansado,
sobre todo,
de estar siempre conmigo,
de hallarme cada día,
cuando termina el sueño,
allí, donde me encuentre,
con las mismas narices
y con las mismas piernas;
como si no deseara
esperar la rompiente con un cutis de playa,
ofrecer, al rocío, dos senos de magnolia,
acariciar la tierra con un vientre de oruga,
y vivir, unos meses, adentro de una piedra.


DICOTOMIA INCRUENTA

Siempre llega mi mano
más tarde que otra mano que se mezcla a la mía
y forman una mano.

Cuando voy a sentarme
advierto que mi cuerpo
se sienta en otro cuerpo que acaba de sentarse
adonde yo me siento.

Y en el preciso instante
de entrar en una casa,
descubro que ya estaba
antes de haber llegado.

Por eso es muy posible que no asista a mi entierro,
y que mientras me rieguen de lugares comunes,
ya me encuentre en la tumba,
vestido de esqueleto,
bostezando los tópicos y los llantos fingidos.

EL PURO NO

El no
el no inóvulo
el no nonato
el noo
el no poslodocosmos de impuros ceros noes que noan noan noan
y nooan
y plurimono noan al morbo amorfo noo
no démono
no deo
sin son sin sexo ni órbita
el yerto inóseo noo en unisolo amódulo
sin poros ya sin nódulo
ni yo ni fosa ni hoyo
el macro no ni polvo
el no más nada todo
el puro no
sin no

ESCRUPULO

Me parece que vivo
que estoy entre los ruidos
que miro las paredes,
que estas manos son mías,
pero quizás me engañe
y paredes y manos
sólo sean recuerdos
de una vida pasada.
He dicho "me parece"
yo no aseguro nada.

GRATITUD

Gracias aroma
azul,
fogata
encelo.
Gracias pelo
caballo
mandarino.
Gracias pudor
turquesa
embrujo
vela,
llamarada
quietud
azar
delirio.
Gracias a los racimos
a la tarde,
a la sed
al fervor
a las arrugas,
al silencio
a los senos
a la noche,
a la danza
a la lumbre
a la espesura.
Muchas gracias al humo
a los microbios,
al despertar
al cuerno
a la belleza,
a la esponja
a la duda
a la semilla
a la sangre
a los toros
a la siesta.
Gracias por la ebriedad,
por la vagancia,
por el aire
la piel
las alamedas,
por el absurdo de hoy
y de mañana,
desazón
avidez
calma
alegría,
nostalgia
desamor
ceniza
llanto.
Gracias a lo que nace,
a lo que muere,
a las uñas
las alas
las hormigas,
los reflejos
el viento
la rompiente,
el olvido
los granos
la locura.
Muchas gracias gusano.
Gracias huevo.
Gracias fango,
sonido.
Gracias piedra.
Muchas gracias por todo.
Muchas gracias.
Oliverio Girondo,
agradecido.

LLORAR A LAGRIMA VIVA...

Llorar a lágrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo...
si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

LO QUE ESPERAMOS

Tardará, tardará.

Ya sé que todavía
los émbolos,
la usura,
el sudor,
las bobinas
seguirán produciendo,
al por mayor,
en serie,
iniquidad,
ayuno,
rencor,
desesperanza;
para que las lombrices con huecos portasenos,
las vacas de embajada,
los viejos paquidermos de esfínteres crinudos,
se sacien de adulterios,
de hastío,
de diamantes,
de caviar,
de remedios.

Ya sé que todavía pasarán muchos años
para que estos crustáceos
del asfalto
y la mugre
se limpien la cabeza,
se alejen de la envidia,
no idolatren la saña,
no adoren la impostura,
y abandonen su costra
de opresión,
de ceguera,
de mezquindad.
de bosta.

Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
-no cajas de caudales,
ni perchas desoladas-,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra.

Y entonces...
¡Ah!, ese día
abriremos los brazos
sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo,
hasta de nuestra sombra;
y seremos capaces de acercarnos al pasto,
a la noche,
a los ríos,
sin rubor,
mansamente,
con las pupilas claras,
con las manos tranquilas;
y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco;
o mejor todavía
guardaremos silencio
para tomar el pulso a todo lo que existe
y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
mientras alguien nos diga,
con una voz de roble,
lo que desde hace siglos
esperamos en vano.

NO SE ME IMPORTA UN PITO QUE LAS MUJERES...

No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.

Julio Cortázar

Grabación del cuento "Conducta en los velorios" de Julio Cortazar, leído por el autor.



No vamos por el anís, ni porque hay que ir. Ya se habrá sospechado: vamos porque no podemos soportar las formas más solapadas de la hipocresía. Mi prima segunda, la mayor, se encarga de cerciorarse de la índole del duelo, y si es de verdad, si se llora porque llorar es lo único que les queda a esos hombres y a esas mujeres entre el olor a nardos y a café, entonces nos quedamos en casa y los acompañamos desde lejos. A lo sumo mi madre va un rato y saluda en nombre de la familia; no nos gusta interponer insolentemente nuestra vida ajena a ese diálogo con la sombra. Pero si de la pausada investigación de mi prima surge la sospecha de que en un patio cubierto o en la sala se han armado los trípodes del camelo, entonces la familia se pone sus mejores trajes, espera a que el velorio esté a punto, y se va presentando de a poco pero implacablemente.

En Pacífico las cosas ocurren casi siempre en un patio con macetas y música de radio. Para estas ocasiones los vecinos condescienden a apagar las radios, y quedan solamente los jazmines y los parientes, alternándose contra las paredes. Llegamos de a uno o de a dos, saludamos a los deudos, a quienes se reconoce fácilmente porque lloran apenas ven entrar a alguien, y vamos a inclinarnos ante el difunto, escoltados por algún pariente cercano. Una o dos horas después toda la familia está en la casa mortuoria, pero aunque los vecinos nos conocen bien, procedemos como si cada uno hubiera venido por su cuenta y apenas hablamos entre nosotros. Un método preciso ordena nuestros actos, escoge los interlocutores con quienes se departe en la cocina, bajo el naranjo, en los dormitorios, en el zaguán, y de cuando en cuando se sale a fumar al patio o a la calle, o se da una vuelta a la manzana para ventilar opiniones políticas y deportivas. No nos lleva demasiado tiempo sondear los sentimientos de los deudos más inmediatos, los vasitos de caña, el mate dulce y los Particulares livianos son el puente confidencial; antes de media noche estamos seguros, podemos actuar sin remordimientos. Por lo común mi hermana la menor se encarga de la primera escaramuza; diestramente ubicada a los pies del ataúd, se tapa los ojos con un pañuelo violeta y empieza a llorar, primero en silencio, empapando el pañuelo a un punto increíble, después con hipos y jadeos, y finalmente le acomete un ataque terrible de llanto que obliga a las vecinas a llevarla a la cama preparada para esas emergencias, darle a oler agua de azahar y consolarla, mientras otras vecinas se ocupan de los parientes cercanos bruscamente contagiados por la crisis. Durante un rato hay un amontonamiento de gente en la puerta de la capilla ardiente, preguntas y noticias en voz baja, encogimientos de hombros por parte de los vecinos. Agotados por un esfuerzo en que han debido emplearse a fondo, los deudos amenguan en sus manifestaciones, y en ese mismo momento mis tres primas segundas se largan a llorar sin afectación, sin gritos, pero tan conmovedoramente que los parientes y vecinos sienten la emulación, comprenden que no es posible quedarse así descansando mientras extraños de la otra cuadra se afligen de tal manera, y otra vez se suman a la deploración general, otra vez hay que hacer sitio en las camas, apantallar a señoras ancianas, aflojar el cinturón a viejitos convulsionados. Mis hermanos y yo esperamos por lo regular este momento para entrar en la sala mortuoria y ubicarnos junto al ataúd. Por extraño que parezca estamos realmente afligidos, jamás podemos oír llorar a nuestras hermanas sin que una congoja infinita nos llene el pecho y nos recuerde cosas de la infancia, unos campos cerca de Villa Albertina, un tranvía que chirriaba al tomar la curva en la calle General Rodríguez, en Bánfield, cosas así, siempre tan tristes. Nos basta ver las manos cruzadas del difunto para que el llanto nos arrase de golpe, nos obligue a taparnos la cara avergonzados, y somos cinco hombres que lloran de verdad en el velorio, mientras los deudos juntan desesperadamente el aliento para igualarnos, sintiendo que cueste lo que cueste deben demostrar que el velorio es el de ellos, que solamente ellos tienen derecho a llorar así en esa casa. Pero son pocos, y mienten (eso lo sabemos por mi prima segunda la mayor, y nos da fuerzas). En vano acumulan los hipos y los desmayos, inútilmente los vecinos más solidarios los apoyan con sus consuelos y sus reflexiones, llevándolos y trayéndolos para que descansen y se reincorporen a la lucha. Mis padres y mi tío el mayor nos reemplazan ahora, hay algo que impone respeto en el dolor de estos ancianos que han venido desde la calle Humboldt, cinco cuadras contando desde la esquina, para velar al finado. Los vecinos más coherentes empiezan a perder pie, dejan caer a los deudos, se van a la cocina a beber grapa y a comentar; algunos parientes, extenuados por una hora y media de llanto sostenido, duermen estertorosamente. Nosotros nos relevamos en orden, aunque sin dar la impresión de nada preparado; antes de las seis de la mañana somos los dueños indiscutidos del velorio, la mayoría de los vecinos se han ido a dormir a sus casas, los parientes yacen en diferentes posturas y grados de abotagamiento, el alba nace en el patio. A esa hora mis tías organizan enérgicos refrigerios en la cocina, bebemos café hirviendo, nos miramos brillantemente al cruzarnos en el zaguán o los dormitorios; tenemos algo de hormigas yendo y viniendo, frotándose las antenas al pasar. Cuando llega el coche fúnebre las disposiciones están tomadas, mis hermanas llevan a los parientes a despedirse del finado antes del cierre del ataúd, los sostienen y confortan mientras mis primas y mis hermanos se van adelantando hasta desalojarlos, abreviar el ultimo adiós y quedarse solos junto al muerto. Rendidos, extraviados, comprendiendo vagamente pero incapaces de reaccionar, los deudos se dejan llevar y traer, beben cualquier cosa que se les acerca a los labios, y responden con vagas protestas inconsistentes a las cariñosas solicitudes de mis primas y mis hermanas. Cuando es hora de partir y la casa está llena de parientes y amigos, una organización invisible pero sin brechas decide cada movimiento, el director de la funeraria acata las órdenes de mi padre, la remoción del ataúd se hace de acuerdo con las indicaciones de mi tío el mayor. Alguna que otra vez los parientes llegados a último momento adelantan una reivindicación destemplada; los vecinos, convencidos ya de que todo es como debe ser, los miran escandalizados y los obligan a callarse. En el coche de duelo se instalan mis padres y mis tíos, mis hermanos suben al segundo, y mis primas condescienden a aceptar a alguno de los deudos en el tercero, donde se ubican envueltas en grandes pañoletas negras y moradas. El resto sube donde puede, y hay parientes que se ven precisados a llamar un taxi. Y si algunos, refrescados por el aire matinal y el largo trayecto, traman una reconquista en la necrópolis, amargo es su desengaño. Apenas llega el cajón al peristilo, mis hermanos rodean al orador designado por la familia o los amigos del difunto, y fácilmente reconocible por su cara de circunstancias y el rollito que le abulta el bolsillo del saco. Estrechándole las manos, le empapan las solapas con sus lágrimas, lo palmean con un blando sonido de tapioca, y el orador no puede impedir que mi tío el menor suba a la tribuna y abra los discursos con una oración que es siempre un modelo de verdad y discreción. Dura tres minutos, se refiere exclusivamente al difunto, acota sus virtudes y da cuenta de sus defectos, sin quitar humanidad a nada de lo que dice; está profundamente emocionado, y a veces le cuesta terminar. Apenas ha bajado, mi hermano el mayor ocupa la tribuna y se encarga del panegírico en nombre del vecindario, mientras el vecino designado a tal efecto trata de abrirse paso entre mis primas y hermanas que lloran colgadas de su chaleco. Un gesto afable pero imperioso de mi padre moviliza al personal de la funeraria; dulcemente empieza a rodar el catafalco, y los oradores oficiales se quedan al pie de la tribuna, mirándose y estrujando los discursos en sus manos húmedas. Por lo regular no nos molestamos en acompañar al difunto hasta la bóveda o sepultura, sino que damos media vuelta y salimos todos juntos, comentando las incidencias del velorio. Desde lejos vemos cómo los parientes corren desesperadamente para agarrar alguno de los cordones del ataúd y se pelean con los vecinos que entre tanto se han posesionado de los cordones y prefieren llevarlos ellos a que los lleven los parientes.


Me caigo y me levanto



Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj

Persona - Dir: Igman Bergman



¿Crees que no lo entiendo?
El sueño imposible de ser
No de parecer sino de ser
Consciente en cada momento. Vigilante.
Al mismo tiempo el abismo entre lo que eres para los otros y para ti misma,
el sentimiento de vértigo y el deseo constante de al menos,
estar expuesta, de ser analizada, diseccionada, quizás incluso aniquilada.
Cada palabra una mentira, cada gesto una falsedad, cada sonrisa una mueca.
¿Suicidarse? No, eso es horrible. Tú no harías eso.
Pero puedes quedarte inmóvil y en silencio.
Por lo menos así no mientes.
Puedes encerrarte en ti misma, aislarte.
Así no tendrás que desempeñar roles, ni poner caras ni falsos gestos.

Piensas. Pero, ¿ves?
La realidad es atravesada, tu escondite no es hermético.
La vida se cuela por todas partes. Estás obligada a reaccionar.
Nadie pregunta si es real o irreal, si tú eres verdadera o falsa.
La pregunta sólo importa en el teatro. Y casi ni siquiera allí.
Te entiendo, Elisabeth. Entiendo que estés en silencio, inmóvil,
que hayas situado esta falta de voluntad en un sistema fantástico.
Te entiendo y te admiro.
Creo que deberías mantener este papel hasta que se agote,
hasta que deje de ser interesante. Entonces podrás dejarlo,
igual que fuiste dejando los demás papeles.

Janis Joplin - Summertime



A cantar dulce y a morirse luego.
No:
a ladrar.
Así como duerme la gitana de Rousseau,
así cantás,
más las lecciones de terror.
Hay que llorar hasta romperse
para crear o decir una pequeña canción,
gritar tanto para cubrir los agujeros de la ausencia
eso hiciste vos, eso yo
me pregunto si eso no aumentó el error.
Hiciste bien en morir, por eso te hablo,
por eso me confío a una niña monstruo.

Alejandra Pizarnik

Erik Satie






















Gnossienne no.4



Gymnopedie no.1



Gnossienne no.5

Alejandra Pizarnik recita el poema de Arturo Carrera ‘Escrito con un nictógrafo’


El escriba ha desaparecido

Señaló el sitio vacío

donde los muertos se divierten

La noche penetrando

y el glande inflado de tinta, penetrando

hacen el mismo ruido

que la muerte penetrando

Asisto a su duración en lo instantáneo

SILENCIO DESORBITADO

su fiesta en lo opaco, en lo pleno, en lo plano

la atención lleva un blanco en la frente

lleva una capa de lirones

despiertos

es la época en que la muerte entra muda

Mudo mi cuerpo

Yo me impongo en tu muerte

Yo me guarezco tu muda

tiempo de atenuación

tiempo de purificación

tiempo de lluvias constantes

lo insensible vibra

lo insensible soporta la noche

brota flores en mitad de la noche

en mitad de la página

sobre la panza de la muerte

la orfandad lleva un blanco en la frente

E L P O E M A S E A B R E

esa es tu fuerza

la orfandad es fascinada comandada

Subida a la barca invadida y hundida de muertos

Yo en la prosa de tu libro

En el barco de los muertos

Entre volúmenes huecos mi cuerpo grafía

a otro páramo

descargando letras huesos huecos

El poema se abre

Esa es tu fuerza

El poema toma contacto

Se desliza con brazos extendidos

por las dos orillas

esa es tu fuerza

Me hablabas de una trampa del lenguaje

el poema se abre

SALTAN TUS MUERTOS

C L O W N S

D A N Z A S

interferencia de danzas

palimpsesto de danzas

en lo oscuro

la oscuridad polarizada

Y danzas

Como las danzas de las abejas

invariables

te atraen con sus movimientos mociosos

para extenuar un lugar

para desocultar otro lugar

para fingir invadir para informar

DANZAS

vos estás dictás dilectismos

espacios acopiados sismos

estos muertos son míos

(señalando las palabras)

estos muertos son míos

-

Arturo Carrera

Escrito con un nictógrafo

dilluns, 11 de gener del 2010

Nina Simone - You can have him

diumenge, 10 de gener del 2010

Van Morrison

T.B. Sheets

Tom Waits - In Shades

Stevie Ray Vaughan

Tin Pan Alley



Couldn't Stand The Weather



Wall of Denial



Pride and Joy



Cold Shot

Cyclo - Dir: Tran Anh Hung



divendres, 8 de gener del 2010

James Hillman

La palabra “normal” viene del griego “norma”, que era la escuadra del carpintero, ese herramienta en ángulos rectos para establecer la rectitud (straightness)

Todo prejuicio patológico bloquea la posibilidad de instrucción metafísica; una vez que las experiencias han sido etiquetadas y declaradas anormales, ya no podemos aprender de ellas o dejar que nos lleven más allá de la realidad inmediata.

El único modo en que nosotros los humanos podemos dejar de ser tan humano-céntricos es permanecer vinculado a algo distinto de los humanos.

El Yo moderno. La ecuación psique = mente, y mente = cabeza podría continuarse con el paso siguiente: cabeza = Yo, en el sentido moderno de órgano que controla y ordena. (...) Y este lenguaje refleja dicho contexto, una psique identificada con la cabeza y privada del eros, un "imperio" del duro, fuerte y materializado Yo. Todos nosotros aceptamos esta estructura colectiva tan irreflexivamente, tan irrevocablemente, que cada uno de nosotros cree que se trata de su propio, único y personal Yo.

Duelo significa perder lo que fue. Queremos cambiar pero no queremos perder. Sin tiempo para el duelo, no tenemos tiempo para el alma.

El concepto de que hay otras fuerzas en acción ofrece un modo más reverencial de vivir.

Así como las verdades son las ficciones de lo racional, las ficciones son las verdades de lo imaginal.

Para la conciencia mítica, las personas de la imaginación son reales.

Las aptitudes pueden mostrar la vocación, pero no son el único indicador. La ineptitud o las disfunciones, curiosamente, pueden revelar la vocación más aún que los talentos.

La conciencia psicológica surge de los errores, las coincidencias, la indefinición, del caos, más profundo que el control inteligente.

El alma ingresa sólo vía síntomas, vía fenómenos marginados como la imaginación de los artistas o la alquimia o los “primitivos” y, por supuesto, disfrazada como psicopatología. Eso es lo que quería decir Jung cuando afirmó que los Dioses se han vuelto enfermedades: el único camino de regreso para ellos, en un mundo cristiano, es vía lo marginado.

Tenemos que reconsiderar nuestra vida, prestando atención a algunos de los accidentes y curiosidades y rarezas y problemas y enfermedades, y comenzar a ver más en estas cosas. Eso plantea preguntas, de modo que cuando ocurren pequeños accidentes peculiares uno se pregunta si hay algo más operando en su vida.

Aunque sea difícil de creer, las hipocondrías nos cuidan, las depresiones nos hacen aminorar la marcha, las obsesiones son modos de limpiar la imagen, las sospechas paranoicas son modos de intentar ver a través -todos estos movimientos de lo patológico son modos en que somos amados, con ese peculiar modo en que opera la psique.

Lo que nos ocurre, más allá de naturaleza y de cultura, más allá de nuestro condicionamiento genético o social, puede ser la llamada del daimon, el compañero del alma, convocándonos a nuestro propio carácter y nuestro propio destino.

Las circunstancias, incluidos mi cuerpo y mis padres, a quienes puedo maldecir, son la elección de mi propia alma y no entiendo esto porque he olvidado.

Mediante las personificaciones mi sentido de persona deviene más vivo, pues llevo conmigo en todo momento la protección de mis daimones: las imágenes de los muertos que me importaban, de las figuras ancestrales mi bagaje, personajes históricos o culturales de renombre y gente de fábulas que proveen imágenes ejemplares - un caudal de guardianes. Guardan mi destino, lo guían, probablemente lo son. “Acaso -quién sabe-” escribe Jung, “estas imágenes eternas son lo que los hombres llaman destino”. Necesitamos esta ayuda, pues ¿quién puede llevar su destino solo?

El eros no desea el bienestar ni la salud de la otra persona; desea a la otra persona. Lo que cura es la necesidad que tenemos uno de otro -incluyendo aquellos componentes que son mutuamente destructivos-, y no tu necesidad de ser curado, que lo único que hace es apelar a mi compasión. La terapia es el amor mismo, en su totalidad, y no una parte determinada de él.

Si aún estás herido por algo que te ocurrió a los doce años, es el pensamiento lo que ahora te hiere.

No un diamante sino una esponja, no una llama privada sino una fluida participación. Una maraña compleja de filamentos cuyos enredos son también "tuyos" y "suyos". La naturaleza colectiva de las profundidades del alma significa simplemente que ningún hombre es una isla.

Mi práctica me dice que ya no puedo distinguir claramente entre neurosis de uno mismo y neurosis del mundo, psicopatología de uno y psicopatología del mundo. Además, me dice que ubicar la neurosis y la psicopatología solamente en la realidad personal es una represión engañosa de lo que de hecho, realistamente, se está experimentando.

El psicoanálisis tiene que salir de la consulta y analizar todo tipo de cosas. Tienes que ver que los edificios son anoréxicos, tienes que ver que el lenguaje es esquizofrénico, que la “normalidad” es maniaca y que la medicina y los negocios son paranoicos.

El mundo entero está enfermo... y no se puede arreglar teniendo un buen diálogo terapéutico o hallando significados más profundos. Ya no se trata del significado, se trata de sobrevivir.

¿Adviertes la completa armonía entre dictadura centralizadora, fascismo, dureza política y el auto-centramiento del punto de vista espiritual?

En mi intimidad, temo al inconsciente cristiano porque, a diferencia del budismo o incluso el judaísmo, el cristianismo vive mitos deliberadamente, insistiendo en que no son mitos, y esto tiene terribles consecuencias paranoicas.

Creo que somos desgraciados en parte porque tenemos un solo dios, y es la economía.

La economía es esclavista. Nadie tiene tiempo libre, nadie dispone de ocio. La cultura íntegra está bajo una terrible presión y cargada de preocupaciones. Esta es la situación predominante en todo el mundo.

Tratamos a la gente del mismo modo que tratamos a nuestros coches. Llevamos el pobre chico al médico y preguntamos: ¿qué anda mal con él, cuanto costará y cuando podemos pasar a recogerlo?

La conducta psicopatológica es una conducta fundamentalista: toma las fantasías literalmente y también confunde lo literal y lo concreto. Esto es exactamente lo que apoyan las iglesias fundamentalistas; si tu brazo te ofende, córtatelo. Su tu nariz te ofende, enderézala.

Un terrorista es el producto de nuestra educación que dice que la fantasía no es real, que dice que la estética es sólo para los artistas, que dice que el alma es sólo para los sacerdotes, la imaginación es trivial o peligrosa y sólo para locos, y que la realidad a la que debemos adaptarnos es el mundo externo, un mundo que está muerto. Un terrorista es el resultado de todo este largo proceso de descartar la psique.

En estos días el horizonte de la psique se reduce a lo personal, y la nueva psicología del humanismo nutre a ese hombrecillo pagado de sí mismo al borde del gran mar, volviéndose sobre sí mismo para preguntarse cómo se siente hoy, llenando su cuestionario, contando su inventario personal. Ha abandonado el Intelecto y ha interpretado su imaginación a fin de ponerse de acuerdo con sus “experiencias viscerales” y “problemas emocionales”; ha igualado su alma a éstos. Su fantasía de redención se ha encogido a “modos de hacerse cargo”; su porfiada patología, esa vía regia a las profundidades del alma es conjurada en gritos Janovianos como el cerdo ante las margaritas, analizada en una cerrada Gestalt de intimidad personal, o arrojada a un abismo de regresiones durante la escalada de picos Maslovianos.

Forjamos vidas libres de riesgo, en las que no ocurre nada.