divendres, 27 de gener del 2012

Henri Michaux - Poesías




una nota como un minuto que tuviera que taladrar un siglo

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En efecto, no me volví duro sino por láminas

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PRIMERAS IMPRESIONES


Como de niño no quise jugar con la arena de las playas (terrible carencia de la que me resentí toda la vida) ya, fuera de edad, me ha venido el deseo de jugar y, en este momento, de jugar con los sonidos.
¡Vaya! Qué extraña cosa al principio, esa corriente que se manifiesta, ese líquido
inesperado, ese pasaje portador, en sí, siempre y que estaba.
Ya no reconocemos ningún entorno (lo duro ha desaparecido).
Hemos dejado de tropezarnos con las cosas. Nos convertimos en capitanes de un
Río...
Nos encontramos poseídos por una extraña (y peligrosa) tendencia a los buenos
sentimientos. Todo es cuesta. Los medios son ya paraísos.
No encontramos los frenos; o no tan deprisa como encontramos lo maravilloso...
Ponemos en circulación una moneda de agua.

Como una campana que anuncia una desgracia, una nota, una nota que sólo se escucha a sí misma, una nota a través de todo, una nota baja como una patada en el vientre, una nota añosa, una nota como un minuto que tuviera que taladrar un siglo, una nota sostenida a través de la discordancia de las voces, una nota como una advertencia de muerte, una nota me avisa durante toda esa hora.

En mi música, hay mucho silencio.
Hay sobre todo silencio.

Hay ante todo un silencio que tiene que ocupar un lugar.
El silencio es mi voz, mi sombra, mi llave... signo que no me agota que en mí se nutre.
Se extiende, se despliega, me bebe, me consume. Mi enorme sanguijuela en mí se acuesta.

Cuando nada llega, siempre hay tiempo que llega,
tiempo
sin altibajos,
tiempo,
sobre mí,
conmigo,
en mi,
por mí,

pasando sus arcos dentro de mí que me consumo y espero.

El tiempo.
El tiempo.
Yo me ausculto con el Tiempo.
Me palpo.
Me pego con el Tiempo.
Me seduzco, me irrito...
Me enredo,
Me sublevo,
Me transporto,
Me pego con el Tiempo...

Pájaro-pico.
Pájaro-pico.
Pájaro-pico.
¿Qué hago aquí?

Llamo.
Llamo.
Llamo.
No sé a quién llamo.
A quien llamo no sabe.
Llamo a alguien débil,
alguien roto,
alguien orgulloso a quien nada ha podido romper.
Llamo.
Llamo a alguien de allá,
alguien a lo lejos perdido,
alguien de otro mundo.
(¿Así que mi solidez era mentira?)
Llamo.
Ante este instrumento tan claro,
no es lo mismo que con mi voz sorda.
Ante este instrumento cantarín que no me juzga,
que no me observa,
llamo, perdiendo toda vergüenza, llamo,
llamo desde el fondo de la tumba de mi infancia que se enfurruña y
se contrae aún,

desde el fondo de mi desierto presente,
llamo, llamo.
La llamada me asombra a mí mismo.
Aunque sea tarde, llamo.
Sobre todo para reventar mi techo.

Para romper la tenaza tal vez,
para ahogarme tal vez,
ahogarme sin asfixiarme,
ahogarme mis piques,
mis distancias, mi inaccesibilidad.
Para anegar el mal,
el mal y los ángulos de las cosas,
y lo imperativo de las cosas,
y lo duro y lo calloso de las cosas,
y el peso y la acumulación de las cosas,
y casi todo de las cosas,
excepto el paso de las cosas,
excepto el fluido y el color y el perfume de las cosas,
y el espesor y la complicidad a veces de las cosas,
y casi todo del hombre y tanto de la mujer,
y mucho, mucho de todo y de mí también
mucho, mucho, mucho

...para que pase al fin mi torrente de ángeles
en paz, en fluido, me descompone.
Mis piedras, mi muela se descompone,
mi obstinado resistente se descompone
y me extiendo hasta el dolor de los demás.
Abandonando todo respeto humano,
tranquilizo, consuelo, sano,
resucito a la muerta, abro las puertas,
avanzo para bendecir,
hablo en nombre de todos.
Arco iris.
No más procesos.
Planto el árbol del pan.


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MIS ESTATUAS


Tengo mis estatuas. Los siglos me las legaron: los siglos de mi expectativa, los siglos de mis desalientos, los siglos de mi indefinida, de mi inextinguible esperanza las hicieron. Y ahora están allí.
Como antiguos vestigios, apenas si alguna vez comprendo el sentido de lo que representan.
Su origen me es desconocido y se pierde en la noche de mi vida, donde sólo sus formas han sido preservadas del inexorable barrido.
Pero están allí, y cada año su mármol se endurece más, blanco contra el fondo oscuro de las masas olvidadas.

LUGARES, MOMENTOS, TRAVESIAS DEL TIEMPO

A Micheline Phankim


Dimensión que distiende, que aumenta, que se extiende a lo ancho, que me extiende. Qué sucede, qué cede, música que me circunda, que me baña. La cabeza llena de auroras, avanzo empujando puertas sin hojas.

No más cansancio. Arco iris de maravillas. La primavera es tan hermosa; la mañana piensa en todas partes. ¿Es posible? ¿Es cierto? Una capa, una invisible capa hizo desaparecer el mal, el inquietante, el interminable mal.

¡Felicidad! Ya no tengo que bajar.

Llegada, una nueva llegada. Fluye el río de las llegadas.
Ya no hay más que
llegadas.

Flujo, flujo sin fin impugnando las restricciones, las delimitaciones, colmando, colmando, mausoleo que también se hundiría. Sobre olas propuestas, olas mías, olas suyas, olas viajando sobre olas.

Momentos, momentos sin rumbo, sin acotaciones, sin regresar,
sin reunirse,
fluyentes, independientes.

Un momento tallo, un momento desarmado, un momento que pasa apurado.
Un
momento precede, un momento se precipita, un momento llama,
el eco de un
momento.

Un momento vuelve a pasar, abandona, se alinea, un momento después,
un
momento se hunde, un momento pariente, un momento por revisar.
Un momento más.

Un momento en el mismo lugar, un momento del comienzo del desplazamiento de uno mismo, un momento sacudido de arriba abajo, descubriendo un momento oscuro.


Un momento de absoluto “no”, un momento más dudoso, un momento favorable, favorecedor, acogedor, un momento maravillosamente
concedido a mí, un
momento de necesidad de la rama dorada.

Un momento de viraje en proa, un momento estudioso,
un momento todavía
ingenuo,
un momento que solamente aprecia,
un momento que remonta hacia
atrás,
un momento que acechaba desde hace mucho tiempo.


Un momento que cambiará todo.
Un momento incomparable.

Un momento de paseo, un momento de regreso al paseo.
Un momento llamando a otros momentos.

Un momento al correr el agua, un momento en alas del viento,
un momento
cayendo sobre el cúmulo de momentos.

Un momento escurridizo. Un momento que se perdió de vista.
Un momento que
vuelve. Un momento que ya volvió a partir.

Un momento que no avanza más.
Un momento cargado de presentimientos.


Un momento que ya deja oír el pisoteo del tiempo.

Un momento que ante todo fue una laguna. Un momento en ruinas.
Un momento
que no se adhería a nada ahora resplandece.

Un momento aún por venir.
Un momento de otra vida.

Un momento estremecedor, un momento que más bien calma los ánimos.
Un momento intachable. Un momento verdaderamente nenúfar.

Un momento que atraviesa la ruta. Un momento que no insiste.
Un momento más bien errante.

Un momento al otro día de grandes momentos.

Un momento irritante, un momento que no quiere contar conmigo,
un momento
que tiene el peso de un pétalo de rosa
y que luego pesará como plomo.


Un momento como seguramente no habrá otro...

Nómades sin mí. Momentos, leves momentos en los barros rutilantes, animados, minúsculos afluentes.

Ofrendas a nadie, voces sin sílabas, sonidos sin instrumentos, acompañamientos que incesantemente cambian, música que brota.

Yendo, viniendo, sin fronteras, obstáculos fluidos a todo perfeccionamiento, desprendiendo y desprendiéndose sin mostrar el desprendimiento.

Momentos, rumores, travesías del Tiempo.


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Habitar entre los segundos, otro mundo
Tan cercano de uno
Del corazón
Del aliento


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Antes de ser obra el pensamiento es trayecto.
No tengas vergüenza de pasar por lugares molestos, indignos, aparentemente no hechos para ti. El saber de quien los evite para conservar su "nobleza” siempre tendrá el aspecto de haberse quedado a mitad de camino.

**

En el revés que parece el derecho, en el seno de una conquista sin apropiación, a lo largo de las horas, en la linde de lo infinitamente prolongado del espacio y el tiempo, engaño exterior, engaño interior, engañabobos, dime, ¿qué haces?

¿Qué eres, noche sombría en el interior de una piedra?

**

El espacio adonde "ellos"... y "ellas" nunca irán ni podrán ir, que periódicamente hay que recobrar y continuar habitando a solas, ése es tu espacio que nunca hay que canjear definitivamente por un espacio verbal, pictórico, musical, social. Es lo "tuyo" limitado a ti mismo, y sin embargo casi ilimitado, espacio para preservar.


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LOS DEVASTADOS


Mostrándose; se ocultan. Ocultándose, se muestran.
Páginas surgidas al contemplar cuadros de alienados, hombres y mujeres en dificultades que no pudieron superar lo insuperable. La mayoría internados. Con su problema secreto, difuso, cien veces descubierto y sin embargo oculto, expresan ante todo y de entrada su enorme, indecible malestar.


Sobre una planicie líquida de una vasta extensión, en una piragua colosal, maciza, protestante, proveniente del Norte, se mantiene tenso y solo, tan solo como se puede estarlo cuando uno no está en la vía de la salvación, cuando en la zona negra uno ha forzado el pasaje prohibido. Alrededor, el agua: absolutamente tranquila, ni animada ni amada, un agua pesada.
Sobre ese plano horizontal donde el avance es penoso, como si se hallara en una cuesta que hay que remontar, el hombre del retiro, ermitaño de "Absoluto", no muestra más que su espalda, recta como una pared.

La seriedad de la Idea única lo habita. Una seriedad contra todos. Certidumbre entre todos. Sin embargo una melancolía, un desamparo de fin del mundo, una fatalidad irreversible habitan el paisaje frío donde pasa aquel que tanto se engaña sobre sí mismo.
La pesada piragua monóxila va hundiéndose lentamente en el espacio muerto.
Cielo bajo. Pájaros de una sola ala. Árbol sin ramas.


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DESTINO


Ya estábamos en el barco, ya me iba, ya navegaba en plena mar, cuando de golpe, como el vencimiento de una deuda, la desgracia de memoria fiel se presentó y dijo: «Soy yo, ¿me oyes?, venga, ¡vuelve!» y me agarró, no duró mucho, y me llevó de vuelta como quien recoge su lengua.

Ya en el barco, ya el océano de voces confusas se aparta con presteza, ya el océano en su gran modestia se aparta con bondad, retrayendo sus largos labios azules, ya el espejismo de las tierras lejanas, ya... pero... de golpe...

Cuando la desgracia agarra su cesta y su caja de pinzas y se encamina a los barrios recién iluminados, para ver si hay por ahí alguien de los suyos que quiera zafarse de su destino...

Cuando la desgracia, con sus dedos hábiles de peluquera, empuja sus tijeras con una mano y con la otra el sistema nervioso de un hombre, frágil escala vacilante en unas carnes grasas, y arranca chispas y espasmos y la desesperación de ese animal de lino, espantado...

¡Oh mundo abominable!, no es fácil sacar nada bueno de ti. A quien tiene un alfiler en el ojo, el futuro de la marina inglesa deja de importarle. Dormir, si tan sólo pudiera dormir. Pero el párpado recubre su dolencia como un cepillo...

Sobre un ojo bien sacado también se pueden mover platos magníficamente.

Es una maravilla verlo, no se cansa uno de mirar Pero el que lo sufre en su ojo vendería gustosamente su parte en el juego, ¡no!, no se haría de rogar... al menos no por mucho tiempo.


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PAISAJES


Paisajes apacibles o desolados.
Paisajes del camino de la vida más que de la superficie de la Tierra.
Paisajes del Tiempo que fluye lentamente, casi inmóvil y a veces como
retrocediendo.
Paisajes de jirones, de nervios lacerados, de «saudades».
Paisajes para cubrir las heridas, el acero, el estallido, el mal, la época,
La soga al cuello, la movilización.
Paisajes para abolir los gritos.
Paisajes como quien se tapa la cabeza con una sábana.


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EN EL PAÍS DE LA MAGIA


Vemos la jaula, oímos el aleteo. Percibimos el ruido inconfundible del pico afilándose contra los barrotes. Pero no hay pájaro.
En una de esas jaulas vacías, oí la más intensa gritería de loras de mi vida. Por supuesto, no se veía ninguna.
¡Pero qué ruido! Como si en esa jaula se hubieran hallado tres, cuatro docenas:
“...¿No estarán un poco apretadas en esa jaulita?”, pregunté maquinalmente,
aunque añadiendo a mi pregunta un matiz burlón a medida que me escuchaba pronunciarla.
“Sí..., me respondió su dueño con firmeza – por eso chillan tanto. Querrían más espacio.”


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Marcada por la cesura de un mal profundo, una melodía, que es melodía igual que un viejo galgo tuerto y reumático sigue siendo un galgo, una melodía
Surgida tal vez del drama del microseísmo de un minuto fallido durante una tarde difícil, una melodía deshecha, que se derrumba sin cesar derrotada
Sin elevarse, una melodía, pero empecinada también en no ceder del todo, como el mangle que empujado por las aguas es retenido por sus raíces obstinadas
Sin llegar a hacer el pavo real, una melodía, una melodía para mí solo, a mí confiada, lisiada para que yo me reconozca en ella, hermana en la incertidumbre
Indefinidamente repetida, que cansaría al oído más complaciente, una melodía para canturrear entre nosotros, ella y yo, que me liberaría de mi verdadera balbuciente palabra, aún jamás dicha
Una melodía pobre, pobre como la que necesitaría el mendigo para expresar sin palabras su miseria y toda la miseria en torno a él y todo lo que responde miseria a su miseria, sin escucharlo
Como una llamada al suicidio, como un suicidio iniciado, como una vuelta siempre al único recurso: el suicidio, una melodía
Una melodía para ganar tiempo, para fascinar a la serpiente, mientras que la frente incansada sigue buscando, en vano, su oriente.
Una melodía...