dissabte, 2 de gener del 2010

Marguerite Yourcenar


¡Qué insípido hubiera sido ser feliz!


Exageráis la hipocresía de los hombres. La mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de poder pensar doble.

Existe entre nosotros algo mejor que un amor: una complicidad.

No hay nada que temer. He tocado fondo. No puedo caer mas bajo que tu corazón.

¿A donde huir? Tu llenas el mundo. No puedo huir mas que en ti.

Rocío: el verano te bebe.

No vemos dos veces el mismo cerezo ni la misma luna sobre la que se recorta un pino. Todo momento es el último porque es único. Para el viajero, esa percepción se agudiza debido a la ausencia de rutinas engañosamente tranquilizadoras, propias del sedentario, que nos hacen creer que la existencia va a seguir siendo como es por algún tiempo.

En todas las épocas hay personas que no piensan como los demás. Es decir, que no piensan como los que no piensan.

La historia sólo se interesa por los privilegiados.

Hay que escuchar a la cabeza, pero dejar hablar al corazón.

El amor es una condena que no se puede soportar solo.

Conocer bien las cosas es liberarse de ellas.

Se puede ser felíz y seguir estando triste.

El alcohol desembriaga. Después de beber sorbitos de coñac, ya no pienso en ti.

Cuando estas ausente, tu figura se dilata hasta el punto de llenar el universo. Pasas al estado fluido, que es el de los fantasmas. cuando estas presente, tu figura se condensa; alcanzas las concentraciones de los metales mas pesados, del iridio, del mercurio. Muero de ese peso, cuando me cae en el corazón.

Un corazón es tal vez algo sucio. Pertenece a las tablas de anatomía y al mostrador del carnicero. Yo prefiero tu cuerpo.

La muerte es un sacramento del que sólo son dignos los más puros: muchos hombres se deshacen, pocos mueren.

No puede construirse una felicidad sino sobre los cimientos de una desesperación. Creo que voy a ponerme a construir.

El crimen del loco consiste en que se prefiere a los demás. Esta preferencia impía me repugna en los que matan y me espanta en los que aman. La criatura amada ya no es, para esos avaros, sino una moneda de oro en que crispar los dedos. Ya no es un dios: apenas es una cosa. Me niego a hacer de ti un objeto, ni siquiera el Objeto amado.