La caída en el Hades no es "cuando me muera", es advertir que ya estoy muerto.
Desde la perspectiva del submundo sólo la sombra tiene sustancia. Fíjense qué diferente, desde la perspectiva del sobre-mundo, las cosas tangibles con thymos, vehemencia, y con phrenes, ansiedad, son reales; la sombra es lo irreal. Pero en la perspectiva psíquica lo único real es la sombra, lo otro es reflejo en un espejo de la sombra, no es otra cosa; lo que llamamos realidad en el mundo de "la superficie para afuera", tiene la misma realidad que una imagen en el espejo. Cuando entras en el submundo lo único real es la sombra, que tiene su sustancia, que no es la sustancia del cuerpo evidentemente, esta sustancia está en la sombra e importa verdadera e intemporalmente. La sombra entonces en psicología no es sólo lo que el ego arroja detrás, construida por el ego a partir de su luz, una carga moral de reflejos reprimidos o "malos" que deben integrarse, civilizarse y/o adaptarse. La sombra es la sustancia misma del alma, la oscuridad en tu interior que arrastra hacia abajo y fuera de la vida y lo mantiene a uno en incesante conexión con el submundo. Lo que ocurre en la vida del ego es meramente el reflejo de la propia esencia más profunda contenida en la sombra.
"Esta sombra recuerda toda las acciones de nuestra vida hercúlea y recuerda su perspectiva física. Si tenemos un ego modelado según Hércules también tendremos una sombra modelada según Hércules, siempre tendremos que caminar en la compañía de nuestros juicios negativos sobre nosotros mismos..."
Si somos hercúleos nos acompaña la autocrítica, es el precio que obtener thymos a cambio de alma.
"...Siempre nos acompañaran los juicios negativos sobre nosotros mismos, el ego ensombrecido..."
El ego hercúleo también tiene su sombra, es sombrío no a la luz, es sombrío en la autocrítica, la exigencia, la demanda, en la imposibilidad de parar, el miedo a la detenimiento, el miedo al fracaso y vas con él a todas partes como la sombra común. Los triunfadores están fracasando ya, los ganadores están perdiendo ya, pero no lo saben porque su pérdida no se ve "exteriormente", sino que está presente como lo que no se ve, y de ahí se originan todas las conductas que se ven; lo que se ve no se origina en lo que se ve: lo que hago que me digo que lo hago por ésto manifiesto, lo hago porque la sombra empuja. Por eso es tan importante la mirada a las sombras en el reino de Hades. No es dejar de hacer, es saber de dónde vienen y adónde van las acciones que hago.
"... de ahí surge el tema de la culpa, porque una persona comprometida en el curso heroico del ego, a través del mundo de arriba, a la vez se siente ensombrecida por la culpa. Además porque la construcción heroica de la realidad necesita de esta división fundamental entre vida y sombra que origina el sentirse ensombrecido por la culpa. Este modo de plantear la cuestión cambia radicalmente..."
Se refiere aquí Hillman a este modo de hablar en que la conducta diurna está proyectada por la sombra y no la sombra proyectada por la diurna. Que lo que llamamos "mundo manifiesto" surge de la huida de la profundidad que lo contiene y está en relación con ella todo el tiempo. Por lo tanto todo lo que se hace está en relación con dónde viene. Muy parecido a Freud, quien insistía que la justificaciones conscientes ocultan y se originan en motivos inconfesables. Los motivos, que no son "míos", y que me hacen ser como soy.
"...este modo de plantear la cuestión cambia radicalmente nuestra noción usual de super-ego..."
Super-ego es el nombre que le da Freud a la conciencia moral. Aquella instancia que continuamente nos dice "deberías hacer esto", "tendrías que hacerlo mejor", etc.. En la visión tradicional el super-ego viene de afuera, es decir, como hay instancias de poder que premian y castigan aprendemos a reprimirnos; primero es el padre, después es la policía, pero llega un momento en que ya no hace falta una instancia externa porque una parte del alma ya personaliza ese sentir que ahora está dentro. Esta es, en forma muy escueta, la teoría original del super-yo.
"...ahora ya no podemos suponer que se impone desde el mundo de arriba como si viniera de la luz del sol y como si el niño pequeño no arrojara sombra. En su lugar estamos contemplados desde dentro de nuestras acciones por la sombra del cuerpo. Puesto que los movimientos del cuerpo y su sombra son simultáneos e inseparables, es decir correlativos ¿quién puede decir cual viene primero el acto o la sombra? Es un acto que arroja sombra o es la sombra que empuja al acto. En tanto proyectemos la causa de la culpa en portadores de arriba más sólidos..."
o sea: me hace sentir culpable mi papá, el mundo, la moral, etc., son cosas del mundo de arriba que me hacen sentir culpable
"... así proyectamos la causa de nuestra formación de sombra en el ego más sólido y heroico; yo y mi sombra nacemos juntos y actuamos juntos toda la vida, pero también van a invertir el modo usual de pensar de que “yo arrojo sombra” y en su lugar sería “mi sombra me arroja”.
Consiguientemente la sombra puede ser reconsiderada, en tanto crea las empresas heroicas del ego diurno como un tipo de función expiatoria para su tormento psíquico por debajo. Usualmente concebimos al alma vagando por nuestros pecados en una vida interior, esto es expiación subliminal, el síntoma psicosomático y mecanismos neuróticos"
Pero en cambio Plotino, gran pensador neoplatónica que ponía al alma en el centro mismo de la existencia, escribe “la vida y las actividades del alma no son aquellas del expiador” o sea que el alma no resulta de aquél que paga castigo sino al revés: el que paga castigo está pagando castigo sin saber que ello se origina en su relación (o falta de relación) con el alma.
"...En lugar del ver el alma como expiando en una pesadilla por nuestras acciones sombrías en el mundo diurno, podríamos imaginar las acciones diurnas como expiaciones por la sombras que no hemos visto..."
Normalmente pienso que si estoy torturado y me siento mal y no puedo dormir es porque yo he hecho algo mal y la consecuencia es una mayor inquietud del alma. Considero así al alma como si fuera la consecuencia del yo: si yo me porto bien no tendré torturas y si me siento fatal me pregunto ¿qué he hecho yo mal? Esto es lo que pensamos todos, pero ¿qué pasaría si damos vuelta a la cosa?
"...En tanto actuamos al modo heroico somos compelidos por la culpa y estamos siempre pagando, nuestros haceres son más como no haceres y nuestros logros visibles son compelidos por una imagen invisible que o bien no puede descansar o bien no se mueve nunca porque su deseo nunca se alcanza.."
De ahí el mito de Sísifo, siempre escalando para volver a empezar, o el mito de Tántalo nunca pudiendo calmar su sed ni su hambre, porque siempre buscamos allí-afuera lo que se origina por debajo y por eso mientras más hacemos allí-afuera más queda sin cumplir la atención a la mirada, y uno cree que se siente culpable porque no ha pagado lo suficiente y mientras más paga más fuerte es la culpa, precisamente porque la sombra permanece desatendida, sin amor, sin ser amada, sin posibilitar el regreso (epistrophé) del yo a sus raíces imaginales.
Ahí tendremos una explicación de lo que llamamos psicopatías y tendremos otra mirada sobre el sufrimiento y la angustia, no como algo que se tenga que curar porque mientras más lo queremos curar más sombríos somos inadvertidamente.
"...la convertibilidad de las figuras del submundo en acciones del mundo de arriba..."
O sea que lo que pasa en el submundo lo podemos ver aquí; ahora nos podemos dar cuenta de que lo que vemos arriba no se origina aquí, y no es que lo que no vemos se origine en lo que hacemos aquí, sino que es exactamente al revés: no nos queda más remedio que hacer lo que hacemos aquí con ocasión de lo que procede del submundo. En el neoplatonismo -y esto lo trataremos algún día en algún curso- se habla de tres momentos fundamentales: permanencia (moné), procesión (proodos) y conversión (epistrophé). En el mundo de arriba, mundo de la procesión, no puede producirse conversión, retorno, sino a través de la sombra. El esfuerzo en procesar (progresar, crecer, avanzar, conquistar, etc.) es justamente lo que no está siendo regresado, convertido, devuelto.
"... la convertibilidad de las figuras del submundo en acciones del mundo de arriba..."
Esto es una forma de "proodos", de procesión, de proceder
"...se muestra mejor en la imagen compleja de la Estigia. El helado río Estigia (odio) es la fuente más profunda de moralidad de los dioses puesto que juran sus votos en sus aguas, implicando que el odio juega una parte esencial en el orden universal de las cosas. Además de principios originarios y de orden como Eros, Eris (discordia y lucha), Necesidad, Nous (razón), también hay que hacer sitio para el odio en el esquema de las cosas. Las criaturas de la Estigia..."
La Estigia tiene hijos auto-generados por ella, hijos que no tienen padre y fíjense que los nombres de los cuatro hijos de Estigia que es el odio ancestral en el límite del submundo, son:
Zelo, el celo, “celoso en su defensa del bien”, “celador de la virtud”; no los celos de tener celos de tal persona, sino “con que celo me empeño en mi misión”. Pensemos en el celo con el que los moralistas defienden sus principios...
Niké, la victoria.
Bía, la fuerza.
Cratos, el poder.
O sea que los hijos de la Estigia, del odio ancestral, son el celo, el poder, la fuerza y la victoria. Es curioso ver cómo Hércules y, en general, los patrones heroicos son proyecciones -o procesiones- de estos hijos de la Estigia.
"...La fría crueldad de la madre (Estigia) es convertida por estas criaturas en aquellos rasgos implacables que hemos llegado a aceptar como si fueran virtudes. Sus hijos proveen los prototipos para esa moralidad de cruzada que acompaña al ego en sus tareas virtuosas de destruir a fin de preservarse..."
Borracho de virtud con celo por destruir todo lo que le amenaza, empeñado en una victoria sobre la sombra, dispuesto a gobernar sobre todo lo que no entiende, dispuesto a imponer su fuerza sobre el mundo de la sombra y detrás de esto: celo, virtud, victoria y odio; por eso los héroes están llenos de odio y no lo saben. El odio es la base de lo que aparece en su mundo. Fíjense en la oscuridad que habita ahí mismo detrás de la luz de la virtud, es tremendo.
"...la disolución de estas actitudes significaría reconvertir el celo y la fuerza de nuestro ego de nuevo en el otro que soy yo..."
Devuelve el celo a su origen, devuelve la fuerza a su origen, devuelve eso que llamas victoria a su origen y su origen es un odio. Esto es conversión, epistrophé, retorno.
"... allí su implacable frialdad da orden absoluto a los dioses mismos, manteniendo intacto su propio reino psíquico, el submundo. Estigia es la que pone los límites manteniendo la región psíquica a la cual incluso los Olímpicos han de descender, preservando no al ego sino al submundo del dolor provocado por las actitudes invasoras de la vida..."
Es decir custodiando al submundo a fin de que no sea violado por las actitudes heroicas del mundo de la luz, que viene a saquearlo, a curarlo, a corregirlo o a aprovecharse en términos de rendimiento, salud, crecimiento, progreso y afines. Cada vez que se hace ésto la Estigia genera sus cuatro hijos y aparecen el celo y la victoria, que son formas de odio encubierto. Si abandonas, depones las armas, todo vuelve a su origen (epistrophé, retorno) y ese odio no se actúa por detrás tuyo como tu sombra, sino que se revela como el temor que mantiene intacto el mundo de las sombras, como no convertible, no vendible, no transformable en thymos.
Teóricamente podríamos ser mucho más receptivos y mucho más amorosos y mucho más comprensivos ante lo que llamamos anormalidades, psicopatías, rarezas o perversiones. Esas palabras sólo existen en el vocabulario de un ego que se considera justo, que quiere gobernar, como celoso custodio de la fuerza. Cuando este ego se rinde, se entrega, entonces retorna, deja de infligir todo el dolor que impone nuestro celo, que no es más que odio encubierto. Ya no querremos curar al que se deprime, no queremos encerrar al esquizofrénico, que son palabras dichas desde el mundo de arriba, no queremos hacer bueno al que no encaja con nuestras conductas; no tendremos batalla y depondremos el celo, por lo tanto, y el sentido de victoria y en su lugar ¿qué aparecerá? Aparecerá la capacidad del submundo de aceptarlo todo y otorgarle un sitio.
La Estigia es la frontera, custodia el submundo y, por eso, para entrar al submundo hay que pasar por la Estigia. Cuando se viola el submundo ocurre lo que muestra Hércules que estaba loco como una cabra,, fuera de sí y lo quiso conquistar, porque fue a vencerlo y, creyendo que conquistaba, cayó poseso por el celo y la victoria y la fuerza y el poder.
Desde la perspectiva del submundo sólo la sombra tiene sustancia. Fíjense qué diferente, desde la perspectiva del sobre-mundo, las cosas tangibles con thymos, vehemencia, y con phrenes, ansiedad, son reales; la sombra es lo irreal. Pero en la perspectiva psíquica lo único real es la sombra, lo otro es reflejo en un espejo de la sombra, no es otra cosa; lo que llamamos realidad en el mundo de "la superficie para afuera", tiene la misma realidad que una imagen en el espejo. Cuando entras en el submundo lo único real es la sombra, que tiene su sustancia, que no es la sustancia del cuerpo evidentemente, esta sustancia está en la sombra e importa verdadera e intemporalmente. La sombra entonces en psicología no es sólo lo que el ego arroja detrás, construida por el ego a partir de su luz, una carga moral de reflejos reprimidos o "malos" que deben integrarse, civilizarse y/o adaptarse. La sombra es la sustancia misma del alma, la oscuridad en tu interior que arrastra hacia abajo y fuera de la vida y lo mantiene a uno en incesante conexión con el submundo. Lo que ocurre en la vida del ego es meramente el reflejo de la propia esencia más profunda contenida en la sombra.
"Esta sombra recuerda toda las acciones de nuestra vida hercúlea y recuerda su perspectiva física. Si tenemos un ego modelado según Hércules también tendremos una sombra modelada según Hércules, siempre tendremos que caminar en la compañía de nuestros juicios negativos sobre nosotros mismos..."
Si somos hercúleos nos acompaña la autocrítica, es el precio que obtener thymos a cambio de alma.
"...Siempre nos acompañaran los juicios negativos sobre nosotros mismos, el ego ensombrecido..."
El ego hercúleo también tiene su sombra, es sombrío no a la luz, es sombrío en la autocrítica, la exigencia, la demanda, en la imposibilidad de parar, el miedo a la detenimiento, el miedo al fracaso y vas con él a todas partes como la sombra común. Los triunfadores están fracasando ya, los ganadores están perdiendo ya, pero no lo saben porque su pérdida no se ve "exteriormente", sino que está presente como lo que no se ve, y de ahí se originan todas las conductas que se ven; lo que se ve no se origina en lo que se ve: lo que hago que me digo que lo hago por ésto manifiesto, lo hago porque la sombra empuja. Por eso es tan importante la mirada a las sombras en el reino de Hades. No es dejar de hacer, es saber de dónde vienen y adónde van las acciones que hago.
"... de ahí surge el tema de la culpa, porque una persona comprometida en el curso heroico del ego, a través del mundo de arriba, a la vez se siente ensombrecida por la culpa. Además porque la construcción heroica de la realidad necesita de esta división fundamental entre vida y sombra que origina el sentirse ensombrecido por la culpa. Este modo de plantear la cuestión cambia radicalmente..."
Se refiere aquí Hillman a este modo de hablar en que la conducta diurna está proyectada por la sombra y no la sombra proyectada por la diurna. Que lo que llamamos "mundo manifiesto" surge de la huida de la profundidad que lo contiene y está en relación con ella todo el tiempo. Por lo tanto todo lo que se hace está en relación con dónde viene. Muy parecido a Freud, quien insistía que la justificaciones conscientes ocultan y se originan en motivos inconfesables. Los motivos, que no son "míos", y que me hacen ser como soy.
"...este modo de plantear la cuestión cambia radicalmente nuestra noción usual de super-ego..."
Super-ego es el nombre que le da Freud a la conciencia moral. Aquella instancia que continuamente nos dice "deberías hacer esto", "tendrías que hacerlo mejor", etc.. En la visión tradicional el super-ego viene de afuera, es decir, como hay instancias de poder que premian y castigan aprendemos a reprimirnos; primero es el padre, después es la policía, pero llega un momento en que ya no hace falta una instancia externa porque una parte del alma ya personaliza ese sentir que ahora está dentro. Esta es, en forma muy escueta, la teoría original del super-yo.
"...ahora ya no podemos suponer que se impone desde el mundo de arriba como si viniera de la luz del sol y como si el niño pequeño no arrojara sombra. En su lugar estamos contemplados desde dentro de nuestras acciones por la sombra del cuerpo. Puesto que los movimientos del cuerpo y su sombra son simultáneos e inseparables, es decir correlativos ¿quién puede decir cual viene primero el acto o la sombra? Es un acto que arroja sombra o es la sombra que empuja al acto. En tanto proyectemos la causa de la culpa en portadores de arriba más sólidos..."
o sea: me hace sentir culpable mi papá, el mundo, la moral, etc., son cosas del mundo de arriba que me hacen sentir culpable
"... así proyectamos la causa de nuestra formación de sombra en el ego más sólido y heroico; yo y mi sombra nacemos juntos y actuamos juntos toda la vida, pero también van a invertir el modo usual de pensar de que “yo arrojo sombra” y en su lugar sería “mi sombra me arroja”.
Consiguientemente la sombra puede ser reconsiderada, en tanto crea las empresas heroicas del ego diurno como un tipo de función expiatoria para su tormento psíquico por debajo. Usualmente concebimos al alma vagando por nuestros pecados en una vida interior, esto es expiación subliminal, el síntoma psicosomático y mecanismos neuróticos"
Pero en cambio Plotino, gran pensador neoplatónica que ponía al alma en el centro mismo de la existencia, escribe “la vida y las actividades del alma no son aquellas del expiador” o sea que el alma no resulta de aquél que paga castigo sino al revés: el que paga castigo está pagando castigo sin saber que ello se origina en su relación (o falta de relación) con el alma.
"...En lugar del ver el alma como expiando en una pesadilla por nuestras acciones sombrías en el mundo diurno, podríamos imaginar las acciones diurnas como expiaciones por la sombras que no hemos visto..."
Normalmente pienso que si estoy torturado y me siento mal y no puedo dormir es porque yo he hecho algo mal y la consecuencia es una mayor inquietud del alma. Considero así al alma como si fuera la consecuencia del yo: si yo me porto bien no tendré torturas y si me siento fatal me pregunto ¿qué he hecho yo mal? Esto es lo que pensamos todos, pero ¿qué pasaría si damos vuelta a la cosa?
"...En tanto actuamos al modo heroico somos compelidos por la culpa y estamos siempre pagando, nuestros haceres son más como no haceres y nuestros logros visibles son compelidos por una imagen invisible que o bien no puede descansar o bien no se mueve nunca porque su deseo nunca se alcanza.."
De ahí el mito de Sísifo, siempre escalando para volver a empezar, o el mito de Tántalo nunca pudiendo calmar su sed ni su hambre, porque siempre buscamos allí-afuera lo que se origina por debajo y por eso mientras más hacemos allí-afuera más queda sin cumplir la atención a la mirada, y uno cree que se siente culpable porque no ha pagado lo suficiente y mientras más paga más fuerte es la culpa, precisamente porque la sombra permanece desatendida, sin amor, sin ser amada, sin posibilitar el regreso (epistrophé) del yo a sus raíces imaginales.
Ahí tendremos una explicación de lo que llamamos psicopatías y tendremos otra mirada sobre el sufrimiento y la angustia, no como algo que se tenga que curar porque mientras más lo queremos curar más sombríos somos inadvertidamente.
"...la convertibilidad de las figuras del submundo en acciones del mundo de arriba..."
O sea que lo que pasa en el submundo lo podemos ver aquí; ahora nos podemos dar cuenta de que lo que vemos arriba no se origina aquí, y no es que lo que no vemos se origine en lo que hacemos aquí, sino que es exactamente al revés: no nos queda más remedio que hacer lo que hacemos aquí con ocasión de lo que procede del submundo. En el neoplatonismo -y esto lo trataremos algún día en algún curso- se habla de tres momentos fundamentales: permanencia (moné), procesión (proodos) y conversión (epistrophé). En el mundo de arriba, mundo de la procesión, no puede producirse conversión, retorno, sino a través de la sombra. El esfuerzo en procesar (progresar, crecer, avanzar, conquistar, etc.) es justamente lo que no está siendo regresado, convertido, devuelto.
"... la convertibilidad de las figuras del submundo en acciones del mundo de arriba..."
Esto es una forma de "proodos", de procesión, de proceder
"...se muestra mejor en la imagen compleja de la Estigia. El helado río Estigia (odio) es la fuente más profunda de moralidad de los dioses puesto que juran sus votos en sus aguas, implicando que el odio juega una parte esencial en el orden universal de las cosas. Además de principios originarios y de orden como Eros, Eris (discordia y lucha), Necesidad, Nous (razón), también hay que hacer sitio para el odio en el esquema de las cosas. Las criaturas de la Estigia..."
La Estigia tiene hijos auto-generados por ella, hijos que no tienen padre y fíjense que los nombres de los cuatro hijos de Estigia que es el odio ancestral en el límite del submundo, son:
Zelo, el celo, “celoso en su defensa del bien”, “celador de la virtud”; no los celos de tener celos de tal persona, sino “con que celo me empeño en mi misión”. Pensemos en el celo con el que los moralistas defienden sus principios...
Niké, la victoria.
Bía, la fuerza.
Cratos, el poder.
O sea que los hijos de la Estigia, del odio ancestral, son el celo, el poder, la fuerza y la victoria. Es curioso ver cómo Hércules y, en general, los patrones heroicos son proyecciones -o procesiones- de estos hijos de la Estigia.
"...La fría crueldad de la madre (Estigia) es convertida por estas criaturas en aquellos rasgos implacables que hemos llegado a aceptar como si fueran virtudes. Sus hijos proveen los prototipos para esa moralidad de cruzada que acompaña al ego en sus tareas virtuosas de destruir a fin de preservarse..."
Borracho de virtud con celo por destruir todo lo que le amenaza, empeñado en una victoria sobre la sombra, dispuesto a gobernar sobre todo lo que no entiende, dispuesto a imponer su fuerza sobre el mundo de la sombra y detrás de esto: celo, virtud, victoria y odio; por eso los héroes están llenos de odio y no lo saben. El odio es la base de lo que aparece en su mundo. Fíjense en la oscuridad que habita ahí mismo detrás de la luz de la virtud, es tremendo.
"...la disolución de estas actitudes significaría reconvertir el celo y la fuerza de nuestro ego de nuevo en el otro que soy yo..."
Devuelve el celo a su origen, devuelve la fuerza a su origen, devuelve eso que llamas victoria a su origen y su origen es un odio. Esto es conversión, epistrophé, retorno.
"... allí su implacable frialdad da orden absoluto a los dioses mismos, manteniendo intacto su propio reino psíquico, el submundo. Estigia es la que pone los límites manteniendo la región psíquica a la cual incluso los Olímpicos han de descender, preservando no al ego sino al submundo del dolor provocado por las actitudes invasoras de la vida..."
Es decir custodiando al submundo a fin de que no sea violado por las actitudes heroicas del mundo de la luz, que viene a saquearlo, a curarlo, a corregirlo o a aprovecharse en términos de rendimiento, salud, crecimiento, progreso y afines. Cada vez que se hace ésto la Estigia genera sus cuatro hijos y aparecen el celo y la victoria, que son formas de odio encubierto. Si abandonas, depones las armas, todo vuelve a su origen (epistrophé, retorno) y ese odio no se actúa por detrás tuyo como tu sombra, sino que se revela como el temor que mantiene intacto el mundo de las sombras, como no convertible, no vendible, no transformable en thymos.
Teóricamente podríamos ser mucho más receptivos y mucho más amorosos y mucho más comprensivos ante lo que llamamos anormalidades, psicopatías, rarezas o perversiones. Esas palabras sólo existen en el vocabulario de un ego que se considera justo, que quiere gobernar, como celoso custodio de la fuerza. Cuando este ego se rinde, se entrega, entonces retorna, deja de infligir todo el dolor que impone nuestro celo, que no es más que odio encubierto. Ya no querremos curar al que se deprime, no queremos encerrar al esquizofrénico, que son palabras dichas desde el mundo de arriba, no queremos hacer bueno al que no encaja con nuestras conductas; no tendremos batalla y depondremos el celo, por lo tanto, y el sentido de victoria y en su lugar ¿qué aparecerá? Aparecerá la capacidad del submundo de aceptarlo todo y otorgarle un sitio.
La Estigia es la frontera, custodia el submundo y, por eso, para entrar al submundo hay que pasar por la Estigia. Cuando se viola el submundo ocurre lo que muestra Hércules que estaba loco como una cabra,, fuera de sí y lo quiso conquistar, porque fue a vencerlo y, creyendo que conquistaba, cayó poseso por el celo y la victoria y la fuerza y el poder.
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